QUIEN TENGA OÍDOS PARA OÍR QUE OIGA

Columna de Opinión escrita por José Francisco Martínez Chávez

No me es fácil escribir esta columna por varios motivos. Uno, porque no tengo intenciones de decir nada negativo, aún cuando siento una serie de sentimientos contradictorios. Dos, quiero que mi objetivo sea claro, transparente y simple; pero con toda certeza muchos querrán ver en mis palabras, ataques coaccionados. Ahí se entretendrán, con toda justificación, insultando mi estirpe. Tres, también deseo expresarme desde la mayor objetividad que mi intelecto permita, y no identificarme emocionalmente, lo cual es lo más difícil de todo, pues la realidad de algunos hechos me produce una profunda y pavorosa decepción.

Hoy me he enterado, de que mí hermano Pato no estará convocado para la Selección que defenderá a Chile en el próximo Panamericano. Esto por supuesto ha provocado una serie de sentimientos en mí, asociados a mis experiencias como individuo. Pero, mi primera reacción no fue de sorpresa, sino que al contrario. Y este es el motivo por el cual escribo. No porque quiero defender a nadie, ni culpar a nadie. No pretendo justificar a alguien, ni apuntar con el dedo a otros. Sólo quiero decirles el por qué no me sorprende que no convoquen a Pato Martínez.

Mi hermano luego de conocer a su primer entrenador, Marcelo Cruz Barcia, soñó con tan sólo 13 años, en ser Jugador de Balonmano Profesional. Desde aquel momento comenzó a entrenar 6 horas al día, se levantaba a las 5:00am para ir a correr a un monte de Villa Alemana, antes de ir al colegio. Entrenaba sin descanso, incluso en el verano en una cancha de tierra y cemento que estaba medio abandonada en las faldas de un cerro. Sin agua, con una pelota pinchada, y en unas condiciones contrarias, daba en cada día, lo mejor de sí mismo. Renunció prácticamente a todo, y se entrego por completo a una vida que sólo miraba un objetivo: ser Jugador Profesional de Balonmano.

Mi madre siempre preocupada por nosotros, no tenía intención de que mi hermano se dedicara profesionalmente al deporte, por lo extremadamente difícil que era, y porque no había ninguna seguridad. Muy por el contrario, todo eran riesgos y miedos de fracaso. Pasaron los años, y en Medellin Pato conoció al que en esa fecha era el entrenador de los juniors del Barca, el señor Xesco Espar. Este técnico fue a realizar un curso de entrenadores durante 10 días. Pato lo persiguió jornada tras jornada, pidiéndole una oportunidad, alguna prueba para ver la posibilidad de jugar. Espar sólo le decía: "mira pato, no te digo que es imposible porque no creo en lo imposible, pero si algo lo fuera, esto lo seria". Pero mi hermano no desistió y continuo hasta que la última tarde el señor Xesco, ya cansado y conmovido también por la insistencia, le dijo: "lo único que te puedo ofrecer, es que si llegas a España yo te ayudaré. Pero no me pidas, ni que hable con tu familia, ni que te prometa algo, porque no puedo alentarte a hacer esta locura. Hay cientos de jugadores mejores que tú, y de mayor talla, que nunca llegan a ser profesionales. Además al llegar allí usarías cupo de extranjero, y esos lo reservan para los jugadores que son más altos, más fuertes y mejores que un nacional. Tienes todas las de perder". Esos años pasaron con muchas frustraciones. Mucha gente le dijo que era un demencia irse, y que lo mejor que podía hacer era ir a la universidad. Que el pan no se lo ganaría jugando balonmano, y que los sueños, sueños son.

Recuerdo a mi hermano llorando, intentando convencer a mi madre para que lo ayudara para ir a España. Pero mi mamá, con pleno juicio y muy buenas razones, le decía que eso era descabellado y que no podía animarlo a hacer algo así. Pato en ese momento se levantó de la mesa, entre llantos camino a su habitación y le dijo a mi madre: "puedes ayudarme o puedes no ayudarme, en cualquier caso me iré". Dada la convicción categórica de mi hermano, mi madre con mucho recelo finalmente aceptó a ayudarlo.

Llego a Barcelona donde por supuesto llamo a Xesco, quien totalmente sorprendido, le brindó la primera mano para que comenzara su camino. Al principio el trabajaba en un Mc Donalds para pagar sus gastos. Mi familia lo ayudaba con lo que podía, lo que no era mucho. Cada día mi hermano caminaba más de una una hora y media, desde un extremo de Barcelona al otro, para entrenar y no gastar dinero en locomoción. Luego con el tiempo, y con gente que iba conociendo, consiguió entrenar por otro equipo, y después por otro. Para ese entonces él estaba entrenando por 3 equipos, sin sueldo claro, para completar sus faltas técnicas.

Así el Pato entrenaba 3 veces al día, y se levantaba a las 6am para trabajar en el Mc Donalds. Cuando ya llevaba un tiempo considerable entrenando, mi hermano se acercó al que en ese momento era entrenador de los juveniles del Barca, y le preguntó si el creía que tenía posibilidades de convertirse, algún día, en un jugador profesional de balonmano. El entrenador muy seriamente le dijo que era imposible, y que lo mejor que podía hacer, era volver a su país y estudiar algo provechoso. El Pato con un enorme desengaño comenzó a hacer su maleta para volver a Chile, y mientras la hacía; él siempre me contaba, se dio cuenta de que nadie nos puede decir de qué somos, o de que no somos capaces, y continuó entrenando con más intensidad que nunca.

Pasaron los años, algunos durísimos y otros mejores, hasta que se convirtió en el Primer Jugador Profesional de la historia de Chile. Ahora, me siento en la obligación moral de decir algunas cosas que seguramente la mayoría desconoce, y que sin ninguna duda me parecen importantes para comprender la naturaleza de las cosas. Pato fue quien viajo a Chile, y convenció a Marco Oneto y a su familia, para que viajara a España a una prueba en el Barca, que él mismo consiguió. También ayudó y lucho para que Emil pudiese cumplir sus metas. Igualmente hizo con Harald y con otros que, de manera indirecta, les abrió el camino hacia un futuro deportivo. Sería evidentemente injusto no reconocer que desde que el Pato consiguió su sueño, todo chileno que anhelaba ser jugador profesional, lo comenzó a ver como una realidad tangible. Si un chileno de Villa Alemana, de 1 75cm. llegó a ser jugador de la Mejor Liga del Mundo, cualquiera podría. Además de todo esto, he visto también como mi hermano junto con su novia han pagado de su bolsillo pasajes para chilenos que querían hacer pruebas en equipos de Europa. Lo he visto intervenir en esta página para que quitasen un artículo que se prestó para malos comentarios del actual entrenador de Chile. Lo he visto defendiendo los derechos de los jugadores. Y todo esto por una sola razón: el amor al balonmano.

Ahora mi hermano es el máximo goleador de su equipo. Un equipo de Primera División en Austria. Lleva más de 10 años como Jugador Profesional, con todo lo que eso conlleva, y es admirado y respetado por sus colegas. Recuerdo que hace un tiempo atrás volvió a comunicarse con Xesco Espar, el cual le dijo que lo nombraría en su próximo libro, como ejemplo de valor y perseverancia.

Tomando todos estos datos, comprenderán porque no me sorprende que dejen fuera de la Selección a un jugador con la calidad de mi hermano.Por la misma razón que no me sorprende que Marco Oneto, uno de los Mejores Pivotes del Mundo, renunciara a la Selección por la misma razón que seguramente muchos, como él, renunciarían al privilegio de jugar representando a su patria Por la misma razón de que algunos dirigentes traten a los jugadores que están en Chile como si les hicieran un favor. Por la misma razón de que no hay Liga Profesional, o Semi-Profesional en nuestro país.

La razón es muy sencilla y evidente: los mediocres dirigen a los que no lo son. Simplemente eso, nada más. Un mediocre ve la vida de una manera diferente del que no lo es. No puede ser de otra forma. Así que la próxima vez que critiquemos algo sin importar a quién vaya dirigido, sea entrenador, dirigente o jugador, preguntemosnos, ¿estamos luchando por un deporte profesional y digno, o simplemente somos mediocres que vomitamos nuestras frustraciones a quien se nos pone por delante, alienándonos en una lucha que no es con nadie más que con nosotros mismos, y que sólo nos lleva a la envidia, a la vanidad, al orgullo y al egoísmo?

Para algunas personas, tanto en Chile como en el extranjero, el balonmano no es un juego, es su vida.

"LO ÚNICO NECESARIO PARA QUE EL MAL TRIUNFE ES QUE LOS BUENOS NO HAGAN NADA"

Edmund Burke